Tentado o ese hilo
Metamorfosis
Antieditorial
Una buena cantidad de empleados hoy esconden sus cabezas en las oficinas, la bajan temerosos de ser parte de la próxima “rotación involuntaria” (por suerte no faltan eufemismos para hacer crueldades bajo aparentes tecnicismos).
No se puede ocultar que en la vida real las oportunidades no se reparten en forma pareja. Algunos poseen más recursos, y en las situaciones extremas pueden obtener provecho de ellas; otros no. Los creativos publicitarios, los profesionales de recursos humanos y los marketineros, (no sólo ellos) quienes acomodan su discurso a la ideología imperante, la que se halla oculta en lo dicho repetidamente, sostendrán que el mundo atraviesa uno de esos períodos Schumpeterianos en que nada quedará como antes y ¡qué bueno ser parte de ello! Cómo Alterio decía en (Caballos Salvajes): “la pu(ch)a que vale la pena estar vivo” No sólo eso. Cómprese un buen manual de autoayuda -si es que existe uno bueno- y lea atentamente cómo el autodesarrollo y el autoempleo lo llevarán a la cúspide. Claro que para saber más de ello, tendrá que asistir a algún evento en que los que triunfaron habla de sus secretos para el éxito, pero claro, lo lamento tendrá que pagar más de mil dólares para ello. Se acordó tarde. Tendría que haber invertido antes tal suma. Ahora, pegue su nariz al vidrio y vea cómo el reparto ya se hizo. Quizá pueda sumarse al verso de una canción del Nano (sí, Serrat) que dice, “uno llega tarde, donde nunca pasa nada”.
La Responsabilidad Social Empresaria, que en épocas de vacas gordas pregonaba el compromiso impostergable de la empresa con todos sus stakeholders y no sólo con el capital, naufraga de manera ostensible entre empleados que cargan sus cajas de cartón con sus pertenencias. Todas iguales, todos idénticos. La ética es una etiqueta, una exterioridad del ser, un fragmento más de lo que se dice, pero que a la hora de la verdad puede quedar en la nada. Entonces, crisis que significa momento de decisión, no siempre implica que habrá algo bueno por obtener: la “oportunidad”. Sucede que la vida continúa y en este drama (ni tragedia, ni comedia definida) tendrá su parte el destino y no siempre la voluntad.
No caigamos en ser pregoneros de los cantos de sirenas. Recordemos que ellas pueden hacer encallar la nave. Por eso Ulises pidió que lo aten fuerte al mástil, ordenando paradojalmente a sus propios soldados no obedecer sus instrucciones. Ellos debían taparse los oídos para no caer en la tentación. El, en cambio, debía resistir. Héroe es quien conduce su tripulación, sabiendo que en el camino habrá que escuchar algunas cosas que parecen atractivas, modas tan sensuales sobre cómo llevar la empresa a buen puerto. Y a uno mismo.
Entonces, habrá que resistir. Hasta la próxima.
«Bello como el encuentro fortuito, sobre una mesa de disección, de una máquina de coser y un paraguas» (También de Lautremont)
VARIACIONES DEL ROSTRO
I.
Vi tu rostro magullado
un leve arañazo
lo cruzaba de la nariz
al ojo (ése mismo que me contemplaba)
me dio instantánea pena
tenue como tu presencia
tras mis párpados cosidos por el sueño
creí que era luz
fue una triste lágrima
que evitó tu ceguera
en un instante raspado
mi añoranza lo devoraba
para encontrarte en cualquier lado
aún cuando seas para siempre
enigma
cerrado como la esfinge
víctima de un zarpazo
exhibiendo el orgullo
de lo eterno
mientras a mí
despacito
me corroe
el tiempo.
II.
te vi
era tu cara
en un sitio tumultuoso
no sé quien eras
te extravié
antes de encontrarte
me dejaste
sin siquiera
haber tenido el placer
de poseernos.
III.
entre el ojo despabilado
nariz fruncida y compungida boca
hoyuelos demasiado hundidos
me calzo y hundo las botas
perforo esos disparates que estás diciendo
añado tramos necesarios de silencio
inconfesable (confesala ya) tu soledad
transparentada en esa miríada de gestos
tragados para dejar fuera quien intente
trasponer esa valla
que no pude
yo
pasar.
IV.
sex bomb
la bailo solo
prefiero no verme reflejado
mientras Tom Jones canta con voz cascada
recuerdo el viaje en auto al cole
mi papá fanatizaba sus cantantes
sonaban iguales ¿o los años borraron las diferencias?
desde el asiento de atrás
veo su nuca
insinuación en el espejo retrovisor
su cara (un ángulo duro de su mentón)
mientras bailo
a mi nuca
la veo en la cara de mis hijos
mi mentón duro en ese pequeño espejo
ahora convencido
que ellos bailarán algún día
mi música preferida.